viernes, 25 de octubre de 2013

ESTER BELLVER, LA ACTRIZ SAGRADA

Artaud deseaba un teatro que fuera un lugar sagrado, que estuviera servido por un grupo de actores y directores devotos, que crearan de forma espontánea y sincera una inacabable sucesión de violentas imágenes escénicas, provocando tan inmediatas y poderosas explosiones de humanidad que a nadie le quedaran deseos de volver de nuevo a un teatro de anécdota y charla. Deseaba un público que dejara caer todas sus defensas, que se dejara perforar, sacudir, sobrecoger, violar, pero que al mismo tiempo pudiese colmarse de una poderosa y nueva carga. Artaud mantenía que solo en el teatro podríamos liberarnos de las reconocibles formas en que vivimos nuestras vidas cotidianas. Eso hacía al teatro un lugar sagrado donde se podía encontrar una mayor realidad. El lunes 7 de octubre, en la sala Saramago, tuve el inmenso placer de asistir a una representación mágica, llevada a cabo por una sola actriz, Ester Bellver, que, casi hasta el final de su obra protAgonizo, permanecía desnuda completamente. Desnuda en cuerpo y en alma. El texto era suyo (así como la dirección) y no tenía desperdicio: compuesto por retazos autobiográficos, canciones de diferente estilo (revista, bolero, canción infantil...), humor, sentimientos tiernos y amargos... Sí, estoy segura, a eso era a lo que se referían Artaud y Peter Brook con la expresión "Teatro Sagrado", aquel que hace visible lo invisible, que te hace sentir una privilegiada espectadora de un acto iluminado por los dioses.

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